Las redes sociales dominan nuestras vidas. Aupadas en la idea de que nos permitirían mayor libertad de expresión, muestran cada vez más sus dversos problemas. Lo que en un principio surgió como un divertimento, capaz de unir a las parejas matando horas antes de la comida de Navidad con los suegros, ha ido creciendo hasta devorar espacio en la prensa, la televisión y la psique de sus usuarios. En nuestro país sirve como el poder de la opinión.
Expresarse en Twitter ofrece un estilo que recuerda a la prensa amarilla.
El fenómeno al que se suma el Twitter reivindicativo y exasperado, subraya desahogo pero considerablemente público, dado que en la Red cualquier opinión puede retuitearse ilimitadamente hasta crear una de las panaceas secretas de la Red: el llamado trending topic. Este podría traducirse como tópico de moda, más que de interés. Y ser uno de esos tópicos, o crearlo, infiere al tuitero esa sensación de poder sobre la opinión, sus seguidores y, en última instancia, el mundo que se supone postrado.
Es probable que se trate de una explosión narcisista. En este nuevo orden mundial, no marcan mucho las ideologías, lo que de verdad importa es adquirir seguidores.